El hombre

Aun que el arma fria y tersa
del que espera en el erebo
trunque las almas
del los que claman esperanza
al atardecer de la luna
en un monticulo infinito
de cardos y espejos
de hachas de sangre
con lagartos acusadores
que comen sus entrañas.
Ellos disfrutan del oxido
que genera tu carne al quebrarse
como un fino hueso sin limar
y una triste estrella sin titilar.
Esta noche...
...el humo del ciego te atrapa
sin fijarse en el fiel vaticinio
que canta el hombre sin ser.